lunes, 21 de diciembre de 2009

Ciudades de la antigua Audiencia

En esta última semana, SAP ha llegado a lo que antiguamente fue una de las cuatro ciudades principales de la Real Audiencia de Quito. Si bien el Ecuador terminó por crearse sin incluir estos vastos territorios del suroccidente colombiano, durante siglos la relación entre esta región y lo que hoy conforma nuestro país fue muy estrecha. Tanto Popayán como Cali (y muchas otras) fueron fundadas por el mismo Benalcázar que fundó (o refundó) nuestra Quito en 1534. Y durante los más de 200 años en que existió la Presidencia de Quito, la Gobernación de Popayán con sus extensos territorios estuvo incluida en su jurisdicción.

No sé por qué en eso iba pensando cuando entré a Colombia el pasado miércoles 16 de diciembre. Tenía, pues, una enorme curiosidad por recorrer la región que alguna nostalgia retrospectiva me hacía considerar muy cercana a mí y que nunca había conocido. Mientras sellaba mis papeles en la frontera y quedaba a mis espaldas el puente de Rumichaca, me sentía finalmente parte de una misión que me había sido encomendada desde hace mucho tiempo.

A Ipiales la pasé de largo, pues sabía que la jornada hasta Pasto sería larga y había perdido mucho tiempo haciendo cola en migración. Esa omisión me significó el ahorro de al menos una hora y un tránsito rápido por las campiñas que rodean a la ciudad. En el borde del camino encontré varias casas en cuyos pórticos se exhibían pondos y vasijas precolombinas muy parecidas a las que he estado acostumbrado a ver en el Carchi, lo cual me indicaba que la relación profunda de esos territorios con los "nuestros" se remonta a muchísimo más tiempo atrás que la época en que se establecieron las divisiones administrativas coloniales. De hecho, según me han dicho, el territorio cultural pasto abarcaba toda la región comprendida entre las cuencas del río Chota (entre Imbabura y Carchi) y del río Juanambú (unos 40 km al norte de la ciudad de Pasto).

Los paisajes cercanos a Ipiales, además, son todavía iguales a los que he conocido desde pequeño en los alrededores de San Gabriel y toda la hoya del cantón Montúfar, así que durante una buena parte de ese día casi no sentí el cambio de país y a ratos pensaba que seguía pedaleando en casa.

El primer reto geográfico fuerte al que me enfrenté fue el cañón del río Guáitara, por el cual descendí hasta aproximadamente la 1H00 de la tarde para llegar a una altura mínima de 1.750 msnm. Almorcé en Pilcuán y empecé a familiarizarme con nuevos billetes y nuevos precios. Por 4.000 pesos (alrededor de 2 dólares), tuve un almuerzo grandote y completo. En Ecuador algo así me hubiese costado más.

Una vez cruzado el fondo del cañón, inicié un ascenso que resultó tremendo. Durante 25 kilómetros ascendí sin tregua hasta llegar a superar los 3.100 msnm. Me habían advertido de la cuesta, pero nadie me había dicho que era tan larga y que llegaba tan arriba. Conforme avanzaba la tarde fui acelerando con la idea de que a ese ritmo no llegaría a Pasto con luz. Mucha gente me había advertido que no sería buena idea pedalear en Colombia por la noche (aunque yo insisto en que el riesgo no lo ponen guerrillas ni ladrones, sino los camionzotes que nunca dejan de pasar), pero eso fue lo primero que hice: a Pasto llegué pasadas las 7H30. Estaba, otra vez, cansadísimo.

Los bomberos me recibieron de inmediato y sin problemas, solo que tuve que atravesar dos veces la ciudad para dar primero con el cuartel principal y luego con las residencias. De entrada me sorprendió la cantidad de luces y figuras navideñas que, por iniciativa del propio Municipio, decoran todas las plazas de la ciudad y muchas de sus calles. En general, la decoración navideña de estas ciudades sur-colombianas es mucho mayor de lo que se puede ver en Ecuador. Por las noches la gente sale a pasear por las plazas y disfrutar de las luces. Aunque agotado, esa primera velada en Pasto la pasé caminando por el barrio obrero y comiendo chorizo con arepa un una de las plazas.

Al día siguiente, que ya era de descanso (solo pedalée uno desde el descanso anterior, je), me dediqué a instalarme en el país vecino. Activé una línea de celular, llamé a Ecuador y pasée por la ciudad para familiarizarme con las nuevas formas. Me contacté con Cata Unigarro, amiga del clan UASB a través de Amaranta, y con ella paseamos toda la tarde por la ciudad. Tomamos un buen tintico y comimos unas empanadas buenazas (de las que ya me olvidé el nombre!!!). Según parece, lo fuerte en Pasto son las fiestas por el carnaval (inicios de enero). Existe toda una tradición al respecto. En un museo pude ver un montón de figuras que suelen utilizarse en los desfiles y fotos del desmadre (que incluye bandas, embarradas con todo tipo de materiales, pirotecnia, guaspete del bueno y demás). Ya saben: están a tiempo de organizarse un viaje y venir a gozarla por esas fechas a Pasto!

Como ando gilazo con la cámara, no me tomé ninguna foto con Cata, así que de eso no hay registro. Por la noche, de vuelta a la estación, estuve de hinchada en un campeonato de mini-fútbol que se jugaba de manera interna entre todo el cuerpo de bomberos de la ciudad. Ganaron mis panas de verde. Seguramente ahora deben andar disputando la final.

Tras ese descanso en Pasto, partí con la intención de no descansar más hasta llegar a Popayán, cosa que logré al cabo de tres días de casi 90 kilómetros cada uno. Lo sorprendente fue el gran desnivel de la ruta, que yo francamente esperaba encontrar más moderado y apacible. De Pasto subí unos 7 km bastante transitados y luego me descolgué por un gran encañonado, pasando por el municipio de Chachaguí y algunas comunidades pequeñas hasta llegar a los 850 msnm justamente sobre el río Juanambú. Había descendido 2.000 metros y me sentía ya en clima de Costa.

Lo que me preocupaba es que, desde mi perspectiva de ciclista en la carretera, todo lo que baja tiene que subir, y estar tan abajo me impedía pensar en otra cosa que las tremendas subidas que vendrían luego. Apenas cruzado el río comencé a subir (en medio de un nuevo cañón enorme, como siempre) por una carretera sinuosa y empinada que por momentos atravesaba la peña mediante túneles. Los desniveles parecían no acabar nunca. Cuando, al cabo de unas dos o tres horas, había vuelto a subir hasta los 1.500 msnm, atravesé el borde de una loma y volví a bajar con mayor violencia. Esa noche dormí en Pto. Remolino, a 665 msnm, justo a la entrada del cañón del Patía, por el que transitaría todo el siguiente día y parte del posterior.

Antes de Pto. Remolino me sorprendió ver a muchos grupos de gente a lo largo de la carretera que, sosteniendo monigotes y disfrazados de viudas, pedían contribuciones para el año viejo. Me detuve junto a uno de ellos para averiguar más del asunto. En efecto, se trata básicamente de la misma costumbre nuestra, pero allá en el Patía tienen el descaro de empezar dos semanas antes de que se acabe el año. Con todo, les di mi contribución y seguí con la idea de no parar más: que se esperen a que pase Navidad, por lo menos.

Del siguiente día quedan pocas fotos porque llovió durante gran parte de la jornada. Eso, que al principio me pareció tedioso, luego lo descubrí como una gran suerte. Según me dicen, la región suele ser calientísima (es un valle muy bajo) y las temperaturas que se alcanzan bajo un sol agobiante seguramente habrían sido insoportables para andar en bicicleta. La lluvia y las nubes me permitieron avanzar con relativa tranquilidad, aunque estilando.

Dormí en El Bordo, población apenas un poco más elevada que Pto. Remolino. Ahí me prestaron un salón en una casa comunal, ya que los bomberos carecían de instalaciones para recibir a extraños. Antes del anochecer llegó un grupo de muchachos de una banda local para practicar. Nunca lo hicieron, pero se pasaron un buen rato preguntándome cosas y hablando entre ellos. Yo respondía tratando de que no se me chorree la baba, porque pa qué que estas colombianas están como quieren.

A la mañana siguiente desperté antes del amanecer y estuve pedaleando a las 6H00 en punto. Fue un día larguísimo y de muchos desniveles (finalmente abandoné el valle del Patía). En un punto, antes de llegar al municipio de Rosas (tras unos 15 km de fuerte ascenso), un motociclista se detuvo y se puso a conversar conmigo. En medio de la charla, le regalé una lata de atún ecuatoriano que había comprado en Chavezpamba y hasta entonces no había consumido (lo hice porque él se puso a alabar nuestro atún). Él se despidió agradecido, pero al rato volvió a aparecer de bajada y me regaló una funda de mangos. Estaban fríos y dulces. Al fin de la cuesta me detuve y me senté a chupar los mangos hasta la saciedad. A mi madre le hubiese encantado estar ahí.

Luego de eso volví a descender hasta el fondo de un cañón y volví a ascender del otro lado. A pesar de que ahora siento mucha más fortaleza en las piernas que los primeros días, llegué a fatigarme mucho. Casi a las 4H00 p.m. finalmente salí del cañón y entré en una zona de praderas amplias y mucho menos bruscas. A esa altura (alrededor de los 1.900 msnm) gozaba de un clima mucho más templado y una vegetación extrañamente híbrida: junto a bosquecillos de eucaliptos había unos cuantos sembríos de plátano, entre otras cosas. Por alguna razón había pensado que Popayán estaba a una altura similar a Pasto o incluso Quito, pero ya para entonces me convencí que estaba equivocado. Finalmente llegué a la ciudad blanca a una altura de 1.730 msnm.

Sentado en el parque Caldas de Popayán llamé a Cata para saber si ella podía darme algún contacto. Ella me dio el teléfono de Juan Iribarren, un amigo argentino que vive en Popayán hace ya seis años, luego de haber viajado como artesano por gran parte de Sudamérica. Aquí se ha establecido y ha armado una pequeña empresa de fabricación y venta de alfajores. En el cuarto en el que vive me ha alojado durante ya dos noches. Autodidacta y de espíritu amplio, Juan me ha enseñado muchas cosas, especialmente sobre astrología, práctica en la que él tiene muchos conocimientos. Me parece interesantísimo y hasta me dan ganas de quedarme para leer algunos de los muchos libros que tiene al respecto, así como para descubrir más y más datos curiosos que revela mi carta astral.

Pero bueno, los días pasa y el viaje debe continuar. Mañana salgo para Cali, a donde espero llegar el 24 para pasar las Navidades, aunque no sé dónde ni con quién, je.

Superados estos grandes cañones del sur, entro ya al famoso Valle del Cauca, donde seguramente la vida (y la pedaleada) será más amplia y espero que algo más sencilla. Ya veremos.

Contactos y reservaciones desde Ecuador: (0057) 313 747 3046

Popayán, Colombia, 22 de diciembre de 2009.

638 kilómetros recorridos.

8 comentarios:

-José Antónimo- dijo...

¡¡¡Pooooobre Guabas, en Cali y sin tener quién le reciba para la navidad!!! Pon ojitos de cordero y quién sabe, por ahí consigues alojamiento y tintico aunque sea.

Un abrazo grande... escribes más rápido de lo que uno lee así que recién alcanzo a comentar.

Sigue sigue pedaleando y contando.

-JAD-

ƒriandise dijo...

buuuh, te mando abrazos y besos. por ahi ha de asomar algo bacano ;)

cuidate guabix

Eiv dijo...

Vaya ahí Guabas. Al parecer estás viajando en el tiempo también porque el cartel de las viudas y los monigotes dice: "Feliz año 20010"

Gócela en ese viaje espacio-tiempo...
Feliz Navidad!

Ave

El diario de Eni K. dijo...

Casi que se viaja contigo gracias a las fotos y las letras. Igual por ahí estamos todos juntos de alguna forma en navidades, años nuevos y días venideros. Fuerza y fortuna Gubasio!

Anónimo dijo...

Que bestia, ya saliendo para Cali! dicen por ahi que llegas en la mejor epoca a la ciudad, seguro te haces pana de alguien.
Espera llamaditas amenas por lo menos el 25!!
besos miles!!!

Pachi

p.d: se agradece los detallitos arqueologicos del inicio!! como siempre le ponen sabor a cualquier relato jajaja

Juaver dijo...

AHHH!!! Parece que el 28 y 29 estaremos por Armenia, pero no estoy segura jaja, de todos modos, te llamo cuando esté por allá desde el telf de mi padre, ojalá nos veamos!! Abrazo!

GuaMBRa CaRiSHiNa dijo...

Feliz Navidad Guabitas! Un caluroso abrazote a la distancia y dele pedal!
Que siga el disfrute y la gozadera!!
ToSCaNiNi

Anónimo dijo...

Fuerza, Guayusas, un abrazo hermano.

Conejo.